A continuación un anticipo de la novela Evita de Silvia Loustau:
Y un pueblo que se llama Los Toldos, allá en el norte de de la provincia de Buenos Aires apareció bajo mi mirada. Como si fuese una maga y viese en una bola de cristal. Y la niña, de piernas flaquitas, como un terito mal alimentado, corría por el campo, iba a la escuela. Sentía el gorgoteo de su estomago con hambre. Los dedos cuidados, de uñas pintadas, señalando a su madre y a ella: es hija del pecado, la hija de Duarte, pero él no quiere saber nada. Lo bien que hace. Y Maria Eva era entonces Ibarguren. Y conoció el desprecio. La soledad del diferente. Y seguro hubo lágrimas en su almohada de niña descastada. Y un día soñó con la palabra: Igualdad. Y supo que debería andar otros caminos. Y la joven de ojos hundidos, afiebrados, y oscuros, llenó una valija de cartón y partió. Buenos Aires. Sus luces. Las pensiones. Comer salteado. Igualdad, repetía. Y fue actriz. Y nunca se lo perdonaron. Las actrices son putas. Igualdad. Y encontró a aquel hombre que no sabia le estaba abriendo las puertas de la historia. El General Juan Domingo Perón. La llamaba: Negrita. Y la Negrita sembró los sueños atesorados. Igualdad. Para las mujeres. Para los niños. Para los grasitas. Los descamisados. Mis muchachos. Los ancianos. Su pelo se volvió de trigo. Y a veces parecía una princesa de cuentos. Y las compañeras la seguían. La amaban. Las señoras de cunas de oro, las que tenían apellidos con olor a bosta, esas, esas, le daban vuelta la cara, la llamaban : La Perona. La puta. Y ella sonreía, a su lado estaba el pueblo. Sólo el pueblo salvará al pueblo, dijo y un viento de banderas se hizo eco en los cuatro puntos cardinales de la patria. Y las mujeres ganaron el voto. Y hubo niños felices. Y hospitales. Y escuelas. Y los niños debían conocer el mar y las montañas. Vacaciones obligatorias y algo nuevo que se llamó: aguinaldo. Y jubilación. Y sidra y pan dulce y navidad con juguetes…
Más de la autora www.silvialoustau.blogspot.com
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